Este martes 14 de febrero se dio a conocer el dato de inflación en la economía estadounidense durante el mes de enero de 2023, que fue superior a las previsiones de analistas; sin embargo, los 6.4% son una décima por debajo del 6.5% de diciembre pasado y bastante menos que el récord de 9.1% de junio de 2022.
Mensualmente, los precios al consumidor aumentaron un 0.5% desde diciembre a enero, lo que está muy por encima del aumento del 0.1% desde noviembre a diciembre. La gasolina, la comida y la ropa encabezaron el encarecimiento del costo de la vida.
Por otra parte, excluyendo los costos volátiles de los alimentos y la energía, los precios básicos aumentaron un 0.4% en enero, en comparación con el 0.3% de diciembre. Además, los precios subyacentes aumentaron un 5.6% en comparación con el año anterior, solo un punto por debajo del 5.7% de diciembre.
Es cierto que la inflación sigue con su tendencia a la baja, no obstante, su ritmo tan lento significan que los incrementos futuros de la tasa de interés de la Reserva Federal podrían acelerarse en el futuro, alentando los condiciones perfectas para una recesión.
Sin embargo, en opinión del economista Tiffany Wilding el balance general de los datos “sugiere que estamos comenzando a ver que la inflación se mueve en la dirección correcta”.
“El índice de alimentos aumentó un 0.5% durante el mes y el índice de alimentos en el hogar aumentó un 0.4%. El índice de energía aumentó un 2% durante el mes, ya que todos los principales índices de componentes energéticos aumentaron durante el mes”, explicó el comunicado del Departamento de Trabajo.
La inflación ha sido uno de los mayores desafíos económicos del mundo desde que comenzó la pandemia en 2020. Las primeras semanas de la emergencia sanitaria del coronavirus se caracterizaron por una caída generalizada en el consumo y los precios se desplomaron.
Sin embargo, la situación comenzó a cambiar con el levantamiento de las restricciones de movilidad a partir de fines de 2021, donde el consumo fue aumentando para alcanzar niveles habituales, pero la oferta de bienes y servicios no estaba preparada y se registraron cuellos de botella en las cadenas de suministros.
Cuando la situación parecía irse resolviendo vino la invasión de Rusia a Ucrania creando una presión sobre los precios del petróleo y alimentos. Estos factores han llevado a un aumento en los precios de los bienes y servicios, lo que ha tenido un impacto negativo en los consumidores. La política monetaria optó entonces por subir las tasas de interés como mecanismo clásico para contrarrestar el asunto.